El año 1984 es el año de los juegos Olímpicos de Los Ángeles, cae el muro de Berlín y se estrena la película “Terminator”. En ese año, en el Centro Universitario Monteávila, ingresan unos 42 nuevos residentes, Lo cual permitió continuar con los medios de formación definidos en la década anterior.

Durante esa segunda década se organizaron más de ochenta eventos; las áreas de Derecho y Computación fueron las más destacadas. Por otra parte, cada año académico comenzaba con una conferencia de inicio del año escolar, llamada Lección Inaugural, en las que participaron distinguidos expositores; por ejemplo: al comienzo del curso 1987-1988 el Dr. Pedro Palma, Presidente de MetroEconómica habló sobre el “Régimen cambiario, deuda externa y política económica en Venezuela”; para el curso 1988-1989 el Dr. Gonzalo Rodríguez Corro Magistrado de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia habló sobre “La Administración de Justicia en Venezuela”; y en el curso 1991-1992 el Dr. Allan R. Brewer-Carias, Presidente de la Fundación de Derecho Público habló sobre “La Constitución del 61 y los problemas del estado de derecho”. En el año 1985 vino el papa Juan Pablo II a Venezuela, y como preparación se dieron varias cursos o Jornadas para profesores Universitarios, dirigidos por el Dr. Rafael Tomás Caldera.

Son muchos los recuerdos de los residentes de la época, por ejemplo: las parrillas con el doctor Luis Mosqueda, que eran muy alegres; las caimaneras de futbolito en el colegio Los Arcos con Rómulo Guedez; el viaje a Coro con Luis Franceschi para visitar a Ricardo Puig, quien había sufrido un accidente de tránsito; las excursiones al Ávila. Se recuerda al Señor Letelier, de origen chileno, encargado de la recepción, al que llamaban con el apelativo de “maestro”. También se hacían presentaciones musicales en el auditorio, que requerían previos ensayos; y por supuesto, el Recum. Muy divertidas eran las salidas de los viernes con los directores de la residencia; los sustos que se daban a algunos más impresionables; el club de boxeo clandestino del último piso, aunque conocido por todos; las tertulias de la Sala de los Caballos, llamada así por el papel tapiz con dibujos de caballos. Son recordadas las filas de espera para llamar por teléfono en las cabinas de teléfonos públicos al lado de los ascensores, ya que no había celulares en esa época. Y por supuesto, se recuerdan las frases de estímulo, como aquella de “sonríe, la vida es bella” que pudo animar a uno por la nota de un examen.

En resumen, una época inolvidable.